Pensando en lo que hablaba con alguien, nos dimos cuenta que vivimos una realidad familiar similar, algo que no esta tan fuera de lo común. Sin embargo, caminamos ambos por la calle utilizando una sonrisa de hule, una de arco de zapato o de llanta de bicicleta. ¿Por qué? no nos alcanza sufrir, sino debemos tener otra geta para los demás. ¡Al diablo! Cuesta mucho admitir que se posee un problema, pero cuesta más... llevarlo solo, sobre hombros.
La mejor terápia a la que podemos acudir, es la comunicación (vaya que esta en todo). La dificultad que tenemos para expresar a alguien nuestras preocupaciones deben de tomar el lugar de menor importancia. El orgullo por su parte, niega lo antes afirmado. Pero... ¿es justo el sufrimiento individual? No lo creo.
Debemos respirar profundo y constante. Mantener nuestro propio mundo distante, reirse y mantener un balance entre las cosas que nos han de roer; el pensamiento, el corazón.